Una de las áreas tal vez menos conocidas del Grupo Los Grobo es su actividad semillera como multiplicadores de soja y trigo. Arrancaron inicialmente como multiplicadores de los trigos Biointa en 2000, pero fue recién hace cinco años cuando empezaron a trabajar fuerte en el área.

Hoy, con una producción anual en torno a las 220.000 bolsas de soja y 130.000 de trigo, uno de los responsables del negocio dentro del Grupo, Guillermo Alonso, asegura que Los Grobo forman parte del exclusivo club de multiplicadores que superan las 150.000 bolsas de soja anuales. “Somos uno de los más grandes, sino el más grande”, se jacta el ex Nidera.

El fuerte del negocio se centra en la zona Mar y Sierras, donde la planta que poseen en Tandil (la ex UPJ) procesa unas 120.000 bolsas de soja y 80.000 de trigo. Luego tienen dos plantas más propias en Jesús María y San Miguel del Monte, y luego tercerizan la producción en plantas de Venado Tuerto, Junín, Urdinarrain y Villa María. “También estamos sólidos en el Oeste bonaerense y creciendo fuerte desde hace dos años en Córdoba”, señala Alonso.

Pero, ¿resulta negocio la multiplicación de especies autógamas en este contexto regulatorio? La realidad es que sobre un universo teórico de 35 millones de bolsas de soja por año, el comercio formal representa unas 7 millones, es decir el 20%. Alonso evita definir la rentabilidad que deja la multiplicación hoy para asegurar que “es una apuesta a futuro, a un mercado más formalizado donde se comercialicen 15 o 20 millones de bolsas de semilla fiscalizada por campaña”. “Se trata de un negocio ‘finito’ en el que hay que ser muy exacto en la cantidad de bolsas producidas y vendidas, y en la eficiencia de todos los procesos, producción a campo, clasificación y logística”, apunta.

Se estima que en el mercado hay unos 350 cooperadores o multiplicadores (como prefiera llamárselos) de los cuales un grupo de 10, donde además de Los Grobo se encuentran Pelayo Agropecuaria, La Bragandense o Tomás Hnos., manejan volúmenes por encima de las 150.000 bolsas de soja. De todos modos, como ejemplo de dispersión, la participación de Los Grobo con 220.000 bolsas llegaría solo al 3% del mercado de semilla fiscalizada.

Entonces, ¿qué llevaría a que el mercado tome este volumen? En lo coyuntural, la aparición de variedades sobresalientes más problemas de calidad en el grano son dos factores que traccionan la demanda de semilla fiscalizada. En el largo plazo un nuevo marco legal (Ley de Semillas) es la principal expectativa para incrementar el negocio. En el ínterin, Alonso señala que los contratos de Intacta ayudaron a formalizar la demanda; también las tecnologías asociadas al tratamiento de semillas colaboran, lo mismo que las acciones del INASE y la conclusión a la que van llegando los productores respecto de que los costos ocultos de reservar semilla terminan convirtiéndola en más cara que la fiscalizada. En este sentido, usar semilla fiscalizada permite reducir densidad de siembra lo cual ayuda a reducir esos costos.

“Hoy por hoy la clave del negocio es detectar con 18 meses de anticipación cuáles van a ser los cultivares más demandados en cada zona y multiplicarlas“, señala Alonso. En soja, Los Grobo multiplican principalmente variedades de Don Mario y en menor medida de Nidera y Bayer. En trigo trabajan también con Don Mario, Nidera, Bioceres y ACA, entre otros.

Respecto de las sojas con tecnología Intacta (resistencia a glifosato y lepidópteros), Alonso apunta a que en el NOA y NEA su adopción es casi total (90%) comenzando a descender hacia latitudes más altas. “Te diría que en el norte de Córdoba la adopción ronda el 50%, en Entre Ríos el 40%, baja a 20% en la zona núcleo y es casi insignificante, en el orden del 5%, en la provincia de Buenos Aires”, explica.