Según el INDEC durante 2017 se exportó algo más de 700.000 toneladas de harina de trigo, un 22% más que en 2016. Este crecimiento es un paso más en la recuperación de una industria que quedó muy golpeada en 2013 cuando el entonces gobierno de CFK decidió cerrar las exportaciones por el infundado temor al desabastecimiento interno.

Las cifras del año pasado muestran a Brasil como responsable del 52% de las compras y a Bolivia con otro 43%. En el comparativo interanual, las compras de Bolivia explican gran parte del crecimiento, ya que de un neto de 127.000 toneladas, el país andino fue responsable de 77.000, es decir el 60%. En tanto, las compras de Brasil respecto de 2016 aumentaron 41.000 toneladas, o el 32 por ciento.

El dato es que el 99% de las exportaciones se realizaron a países limítrofes, lo cual habla de los problemas de competitividad que enfrenta el sector a la hora de abastecer mercados de ultramar. Sin embargo, la buena noticia es que durante el año pasado fue posible colocar 6.000 toneladas de harina en Angola, un mercado al que en 2012 (previo al bloqueo exportador) se le habían vendido 40.000 toneladas y que había desplazado a Chile como tercer destino, con una participación del 5 por ciento.

Tímidamente, reaparecieron durante el año pasado operaciones con otros países africanos como Sierra Leona y países sudamericanos no limítrofes como Venezuela (sexto destino con 1.400 t) o Ecuador (séptimo destino con 1.300 toneladas).

Desde la molinería señalan que uno de los factores que ayudó a empujar la exportación fue la reinstauración de los reintegros de impuestos, que alcanzan al 3% del valor del producto. Pero creen que si este nivel se llevara al límite de lo que tolera la OMC, es decir el 7%, se podría paliar gran parte de los problemas de competitividad off shore y alcanzar grandes volúmenes de ventas al África. “Creemos que podemos colocar sin dificultades 600.000 toneladas y llevar las exportaciones totales a un volumen de 2 millones de toneladas”, señalan desde el sector.

 

A pesar de vocé

Una cuestión no menor es cómo la industria molinera está remando un mercado internacional complejo, donde se privilegia la importación de la materia prima antes que el valor agregado. En 2012, Brasil, el principal mercado tanto para el trigo como para harina, había importado desde la Argentina 5,33 millones de toneladas de cereal y 593.000 toneladas de harina. El producto industrializado representaba en ese momento el 11% de las compras de trigo. En 2017, Brasil importó desde nuestro país 5,23 Mt de trigo pero solo 366.000 toneladas de harina, con lo cual la participación de esta última cayó al 7 por ciento.

Pero eso no es todo, porque mientras el precio promedio del trigo importado por Brasil desde la Argentina se mantuvo casi en los mismos valores entre 2016 y 2017 (187 y 183 dólares por tonelada respectivamente), el promedio de la harina de trigo sufrió una fuerte caída al pasar de un promedio de 301 dólares en 2016 a 266 dólares en 2017.

De todos modos hay una segunda pequeña buena noticia de la industria molinera este año. El informe de RIA Consultores señala que durante el pasado mes de enero se alcanzó un nuevo récord de solicitudes de DJVE (declaraciones de venta al exterior) para la exportación de harina. Fueron unas 75.000 toneladas, respecto de un promedio de 57.000 toneladas mensuales a lo largo de 2017. “De sostenerse este nivel, la Argentina va a estar más cerca de retomar exportaciones por un volumen -peso producto- cercano al millón de toneladas“, sostiene la consultora.