Por Javier Preciado Patiño, Ingeniero Agrónomo UBA

Fundador de RIA Consultores y www.eFarmNewsAr.com

En esta oportunidad intentaré analizar, o aproximarme a un análisis, respecto de cómo ha evolucionado la cadena del trigo en estos últimos tres años, donde ha habido un significativo crecimiento de la producción y de la exportación, no así de la industrialización interna. Veamos primero los datos.

En la última campaña del gobierno de Cristina Fernández de Kichner se sembraron 4,25 millones de hectáreas, una superficie que es exactamente el promedio del periodo 2008/09 a 2014/15, donde el piso fueron 3,16 y el techo 5,26. Ya asumido el presidente Mauricio Macri, la superficie se disparó a un promedio de 6,16 millones de hectáreas. Hubo un crecimiento cercano a las 2 millones de hectáreas, palpables en cuanto se recorren las rutas pampeanas.

En tanto la producción, incluyendo lo colectado en la campaña 2015/16, promedió las 11,3 millones de toneladas en los dos mandatos de la ex presidenta. En tanto, en las tres campañas netas del gobierno de Cambiemos (incluyendo la presente 2018/19 con el volumen por ahora estimado en 19,7 Mt), la producción promedio ronda las 18,9 millones de toneladas, generando un plus de 7,6 millones de toneladas.

Es decir que mientras el área creció 45% de una gestión a la otra, la producción lo hizo en 67%.

Veamos ahora los datos de la exportación.

Durante las dos gestiones CFK se exportó un promedio anual de 5,76 millones de toneladas de trigo y 670.000 toneladas de harina de trigo (peso producto).

Incluyendo las exportaciones de 2016 (que marcaron que había un carryover no menor del cereal) y la proyección para todo 2018, durante los primeros tres años de gestión Cambiemos, el promedio de exportaciones de trigo trepa a 12 millones de toneladas y de la harina a 640.000. Vale decir que mientras la exportación del grano creció 108%, la de harina cayó 4 por ciento.

Claramente la industria molinera no ha podido captar el plus de producción de estos años, al menos en lo que respecta a volver a los mercados externos. De hecho, más que nunca, las colocaciones se destinan exclusivamente a los países limítrofes: Brasil, Bolivia y Chile, denotando que no hay competividad cuando el flete oceánico ingresa a la ecuación.

La última pregunta: si bien la molinería no pudo crecer en la exportación, ¿pudo hacerlo en el mercado interno?

Al menos, de acuerdo a las estadísticas de Agroindustria la respuesta es no. El promedio de industrialización del trigo en el ciclo político anterior fue de 5,88 Mt por año. Proyecto lo que resta de 2018, el promedio en esta gestión se ubicaría en 5,54 Mt.

Conclusión:

a.- Las mejores condiciones para la producción de cereales de invierno (liberación del comercio exterior y eliminación de derechos de exportación) impulsaron la siembra y la producción, derramando sobre la demanda de insumos (principalmente fertilizantes nitrogenados y genética).

b.- El crecimiento en las cosechas fue captado principalmente por la exportación granaria que más que duplicó los embarques de un ciclo político al otro.

c.- Por el contrario la exportación de harina de trigo retrocedió 4% al tiempo que también retrocedió la industrialización del cereal en un 6 por ciento.

d.- Por ende se puede afirmar que no hubo un aprovechamiento equitativo a lo largo de la cadena de valor del impulso a la producción del cereal.

Queda la pregunta a responder por los académicos: ¿se debe esto a políticas gubernamentales más favorables a la exportación de Productos Primarios que de Manufacturas de Origen Agropecuario, o bien la industria molinera exhibe profundos problemas de competitividad, o bien hay un “costo argentino” que pega más duro en la industria, o bien se trata de un mix de todos estos factores?